Los rayos del sol que se colaban por la ventana acariciaban sus mejillas, era hora de levantarse. Se tomó su tiempo para desperezarse sentada en la cama, hoy no había colegio por lo que no era necesario darse prisa. No sabía que ponerse, ¿quizás aquel vestido de flores que le compró mama?, aunque mamá dijo que solo lo utilizara para ir a la iglesia... qué demonios, por un día no creía que le importara. Se vistió rápidamente y se encaminó hacia las escaleras pensando en qué desayunar; desde que papá discutió con mamá no había vuelto a hacer sus famosos huevos revueltos, y a ella se le daban fatal, así que tendría que desayunar cereales otra vez. Mientras se preparaba el desayuno  no pudo evitar pensar en la discusión de sus padres, ¿Por qué los adultos estaban siempre discutiendo?. No entendía cómo podían estar pensando en separarse, ella era muy feliz estando todos juntos, menos mal que al final todo se había arreglado.

Terminó de desayunar, recogió los platos y se sentó en el sofá a ver la tele. A sus padres no les gustaba que viera tantos dibujos, pero desde el día que discutieron se habían vuelto mucho más permisivos. De repente, empezó a tronar y se asustó, no le gustaban nada las tormentas, corrió hacia la habitación de sus padres en busca de consuelo y los abrazó. Sus cuerpos estaban fríos y no le devolvieron el abrazo, la verdad es que estaban muy raros últimamente, quizá papa seguía enfadado porque había tocado sus herramientas, pero ya se le pasaría, al fin y al cabo gracias al hacha de papá su familia seguiría unida para siempre.